----------Narra Beth---------
Respiré profundo... cerré los ojos, me
concentré y vi el perfecto rostro de Bill...
En mi mente repasé todos los
detalles de su cara, la textura suave de su cabello negro cayendo en mechones
por su frente, su piel blanca y tersa, la forma de sus cejas oscuras que
enmarcaban esos hermosos ojos de mirada penetrante, el ángulo recto de su
nariz, la curvatura de sus pómulos, la forma de sus labios rosados en forma de
corazón, los lunares de su cuello y bajo su boca, su olor, todo, deteniéndome
en cada detalle y deleitándome con su perfección, a la que, aún después de todo
este tiempo a su lado, seguía sin acostumbrarme...
el miedo seguía ahí,
paralizándome, llenándome la frente de sudor frío y haciendo que la piel se me
enchinara, pero me aferré todo lo que pude a su recuerdo, que en realidad no le
hacía justicia, él era mucho más perfecto de lo que mi memoria simplemente
humana podía llegar a retener... pensar en él era la única manera de no dejarme
arrastrar por completo al pánico y la desesperación y ponerme a gritar...
Escuché una especie de gruñido, como de un
animal... apreté más los ojos temiendo sentir en cualquier momento los
colmillos fríos y filosos de algún vampiro, quizá de los cuatro al mismo
tiempo, esa idea me mareó al recordar el dolor punzante que provoca la mordida
de un vampiro y el ardor, que si bien no dura mucho, seguramente intensificado
por cuatro bastaría para matarme de dolor... ¡No! dije para mis adentros, si me
concentraba en ese tipo de pensamientos me volvería loca de desesperación...
los gruñidos aumentaron de intensidad y la curiosidad pudo más, abrí los ojos y
me di cuenta que las expresiones de los vampiros habían cambiado, ahora
parecían entre sorprendidos y ¿asustados?... ¿Qué podría asustar a cuatro
vampiros?... no lo sabía pero seguramente no debía ser nada bueno...
De entre los árboles que estaban a mi
derecha salió un animal bastante grande, era completamente negro y parecía un
oso... detrás de él había otros tres, dos tenían el pelaje gris, uno por
completo y otro con un manchón blanco en el pecho y el que estaba más cerca de
mí era color marrón... en ese momento recordé todos esos avistamientos de
“osos” de los que tanto hablaba la gente... no eran osos... ¡Eran lobos!...
Pensé que ya había llegado al límite del pánico pero entonces vino a mi mente
la voz de Bill diciéndome que una de las pocas “cosas” que podía matar a un
Vampiro era un Hombre lobo y también... pegué un salto y jadeé al ver como los
lobos saltaban sobre los vampiros, a unos cuantos metros de donde yo estaba
petrificada, y éstos echaban a correr tan rápido que se hicieron
borrosos...
Se perdieron entre los árboles pero aún
así escuché gruñidos y aullidos, tan agudos que los oídos me dolieron... si era
cierto lo que Bill decía, los Hombres lobo eran tan o más peligrosos que los
Vampiros y no tenía ni idea de si regresarían o no, ya fuera Vampiros o Lobos,
este lugar no era seguro, así que obligué, con toda mi fuerza de voluntad, a
mis piernas para que se movieran... dudé por un segundo al comprender que Georg
estaba en ese momento luchando contra vampiros, no importaba qué tan imponente
pareciera convertido en un gran lobo, en el fondo solo era un chico y era mi
amigo, pero ¿Qué haría? después de pensarlo mejor desistí de la idea de
“ayudarlo” ¿Qué posibilidades tenía yo contra cuatro vampiros? ninguna, él al
menos no estaba solo y además estaban en igualdad de número... moví las
piernas, las sentía débiles pero salí corriendo lo más rápido que pude mirando
hacia el piso, lo último que quería era caerme o torcerme un pie, agradecí el
haberme puesto mis tenis y rogaba que fuera en la dirección correcta hacia
donde estaba mi auto...
Sentía que el corazón se me salía por la
boca y los oídos me pitaban pero logré seguir adelante y llegar a mi auto, abrí
la portezuela a jalones con manos temblorosas y en cuanto estuve dentro puse
todos los seguros de las puertas, seguramente eso no detendría a un Vampiro y
por lo visto tampoco a un Lobo, pero me hacía sentir un poco mejor...
Saqué mi celular del bolsillo de mi pantalón,
no estaba muy segura de a quién llamar, llamar a Arthur sería una estupidez...
y llamar a Bill ¡También! No podía arriesgar a mi papá a que un vampiro lo
matara ni a Bill a ser devorado por lobos, solo pensar en eso hizo que me
dieran nauseas, pero cuando abrí el celular me di cuenta que la batería se
había terminado y me había olvidado por completo de cargarlo, lo aventé al
asiento trasero con una expresión de frustración... solo por un segundo una
idea pasó por mi mente, quise quitarme mi anillo e intentar llegar hasta donde
estaba Bill, pero esa idea se desvaneció cuando me di cuenta que era una
locura, una estupidez, yo no tenía la certeza de que fuera real, durante todos
estos meses Bill y yo nunca volvimos a hablar sobre ese día cuando creí estar
soñando y me “transporté” hasta su casa, al final solo debió ser eso, un sueño
y en este momento no tenía tiempo para ponerme a averiguar nada, tenía que
salir de aquí...
Las manos me seguían temblando pero logré
poner en marcha el auto y me di cuenta que estaba hiperventilando, aceleré todo
lo que pude, en ese momento deseé que el motor no fuera tan lento, solo quería
llegar a mi casa...
Respiré profundo y solté el aire muy
lentamente varias veces, mientras aferraba ambas manos al volante para tratar
de calmarme, pero cuando entré a la casa corriendo como un bólido y gritando me
di cuenta que no había funcionado.
Arthur ya estaba en casa y me tomó por los
hombros para detener mi carrera
-¡Beth! ¡¿Qué pasa?!- dijo aún
sosteniéndome por los hombros
-¡No son osos! ¡Son lobos!- grité
-¿De qué hablas?- parecía preocupado
-El oso que han visto cerca del sendero y
del río Ryck- dije tratando de sonar tranquila- ¡Es un lobo! bueno, son
varios... ¡Los vi!
-¿Estabas en el bosque a esta hora? acaso
no recuerdas que te pedí que no salieras sola- ahora parecía horrorizado-
¿Estás bien? ¿Te atacaron?- negué con la cabeza
-Lo siento papá, yo no...- fue lo último
que se me alcanzó a entender antes de que rompiera a llorar casi hasta llegar a
la histeria, sentí que por fin dejaba escapar toda la tensión del momento,
mientras mi papá me abrazaba y prácticamente me arrastraba al sillón. Temí que
pensara que mi reacción era exagerada, dado que yo estaba ilesa y que me
hiciera más preguntas, pero por suerte no fue así, él pareció creer que era más
que suficiente ver una manada de lobos para provocar un ataque de histeria como
el que yo estaba teniendo.
No supe cuanto tiempo pasó, debí quedarme
dormida después de tanto llorar porque sentía los párpados hinchados, pesados y
no tenía muchas ganas de abrirlos, me sentía cómoda y caliente, todo parecía
indicar que estaba en mi cama, seguramente Arthur me había traído hasta aquí.
Hice un esfuerzo y abrí los ojos, estaba
sobre mi costado, frente a la ventana, se veía muy oscuro allá afuera, por
suerte la lámpara estaba prendida, traté de levantarme un poco pero unos dedos
helados me lo impidieron tomándome del brazo, era Bill que estaba sentado junto
a mí, sin pensarlo dos veces me lancé hacia él y lo rodeé con mis brazos
mientras intentaba callar unos pequeños sollozos que se escapaban de mi
garganta.
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